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Columna: 33 – Parte III

Ha pasado algo rarísimo: He conocido a mi versión masculina de la forma más estúpida posible. Coqueteamos impúdicamente y salimos juntos después del laburo. Nos tomamos un par de tragos, fumamos un par de cigarrillos y nos dimos unos besos locos camino al metro.

Por María Magdalena

Es extraño conocer a tu doble opuesto. Es como verte reflejada en un espejo, pero con otro género. Igual de pervertido, igual de entretenido que yo cuando me engrupo a alguien. Es como una obra de teatro en que uno conoce las líneas, pero finge sorpresa ante cada una de ellas.

Al principio era divertido. Tomábamos café, fumábamos por las calles, caminábamos mucho. Lo típico. Pero después de un par de semanas, comencé a llamarlo menos, a estar más en casa después del laburo, ver todas las temporadas de The Big Bang Theory online y no contestándole el teléfono cuando me llamaba para salir.

Comencé a salir con un ex de la Universidad. Hablábamos, nos tomábamos unos vodkas en el Blondie Snack Bar de Brasil con Agustinas después del laburo. Recordábamos viejos tiempos, canciones noventeras e historias que vivimos en el barrio. Bebíamos, yo fumaba y nos contábamos chistes.

Luego, él me iba a dejar al taxi y yo llegaba a casa, sola.

Por algo terminamos hace años, en esa época en que uno no es suficiente y cuatro es un caos.

Es complicado de explicar, pero cuando estábamos juntos, yo lo engañaba con otros. “Complejo Casanova” dicen, que es cuando uno quiere reafirmar su sexualidad por medio de número de conquistas del sexo opuesto.

Incluso hay una teoría que dice que Casanova era gay y que por eso reafirmaba su ego conquistando diversos tipos de mujeres. “Mayor cantidad no es igual a mayor calidad”, pero ese es otro asunto del que no te aburriré ahora.

Dejé guardado el teléfono de mi doble opuesto, por varias razones. Básicamente, para no contestarle y caer en sus garras de lobo con disfraz. Aparte, descubrí algo atroz: me aburría un poco estar con un espejo de mi misma. Ves tus falencias, tus egos, tu forma de ser. Y créeme, no siempre uno se alegra con eso.

Al contrario, es más bien deprimente y patético, como ver capítulos noventeros de “Daria” hoy en MTV  y darte cuenta que sigues con el mismo pesimismo que en los noventas, pero con mp3 en el celular y no un walkman en la mochila; con gente igual de vana, pero con otras ropas y modismos.

Pero sigues con la esperanza. Creo, de encontrarte con alguien que no sea tan pastel, que no te de vergüenza presentárselo a tus amigas y a tu vieja. Con el que puedas hablar de chistes en común, de historia, política y películas y fumar sin que te rete por comprar tabaco.

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