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Viajar

Viajar no es sólo moverse entre dos puntos, ni andar con la maleta hecha un desfile de tickets de buses y aeropuertos como collares de papeles adhesivos en la manilla.

Por María Magdalena

Viajar es fumar uno que otro cigarrillo con personas que estas conociendo hace dos minutos, contarse algunos chistes viejos buscando una risa de compromiso, hablar de OVNIS y marcianos y ex novios y novias. Es moverte sin cambiar de lugar, es sonreír de un modo nuevo cada vez que reconoces en otro algo que escondes dentro de ti, como un pequeño tesoro de Gollum. Y sonreír.

Ojo: viajar no es lo mismo que turistear. El turista toma los buses de recorrido pagados que se mueven por la ciudad como parodias de los buses londinenses y están lejos de la gente y lo ven como algo very tipicall, muy latino y sacan fotos de niños morenos para volver a casa para mostrarles a sus amigos que estuvo junto a gente que no es como ellos, que uno ve en documentales en el cable y que, desde la impunidad de un segundo piso de un bus, ha fotografiado como si fueran primates en el zoológico.

Es comer en el restaurant del hotel, carretear en los peores y más caros bares y discotecas de la ciudad, lugares en donde estás con otros turistas iguales que tú, porque la gente de la ciudad no va a esas cosas por caras, clasistas y retrogradas.

El viajero es otra cosa: rehúye los grupos turísticos que se juntan a escuchar a un guía disfrazado de Wally y seguirlos con las cámaras y la cartera apretada porque en Latinoamérica te matan por un par de dólares, cosa que, en sus hogares, es impensable.

El viajero puede pasar todo el día gozando como rey con sólo 5 dólares, conociendo la chimba de cada ciudad, yendo a las picadas y tugurios que sólo algunos escogidos conocen, tocando puertas de clandestinos y pasando con el santo y seña. El viajero, the real viajero puede pasar todo el día bebiendo y jugando cartas con la mesera en la barra. Es parte del mobiliario y cuando se despide, las personas de verdad lo abrazan y le desean buen viaje sin esperar propina o el 10% del consumo, porque el viajero no es un cliente: es parte del mobiliario del local, alguien a quien estimas y extrañarás y no es, como los turistas, un tipo que engatusas con pavadas baratas que les vendes con un 300% de ganancia

Viajar no es solamente hacer la maleta y partir. Sábanas y toallas limpias, las poleras y pantalones regalones que te hacen ver regia y divina y que terminas metiendo a duras penas junto al cargador del celu, algunos libros y discos.

El frasco de perfume, el cepillo de dientes, la pasta dental. La Bip junto a la Redcompra y alguna que otra foto que te hace sonreír cuando la melancolía es más fuerte que la cresta y sólo quieres volver a brazos de tu madre, pero estás lejos, cada día más lejos y es imposible atender tu requerimiento sentimental.

Es hacerte la idea de no estar en tu cama, de no ir al baño al que estás acostumbrada ni dormir con la almohada que acoge en un abrazo de algodón sintético tu cabeza retorcida de ideas y sueños de pobreza material en medio de grandeza interior.

Viajar es partir de cero cada día. Conocer gente que sólo habías visto en fotos de Facebook etiquetada por otros y reconocerlos en otra parte, otro lugar, con la misma sonrisa pero una voz más acompasada que la que imaginabas.

Así fue como conocí al Lobo Marino: con sus rulos crespos y sus sandalias de hippie en derecho ambiental. Que no bebe café pero en cambio la reemplaza por cerveza o vino, que, irónicamente, no le caen mal al estómago como si pasa con la cafeína y la teína.

Ha escuchado mucha de la música que colecciono en mi frágil memoria y como todo batero que se precie de tal, tamborilea los dedos en los bordes de la mesa cuando escucha una canción.

Así las cosas, nos encontramos en la vida real o algo así. Cada uno viajando a su manera, con su maleta a cuestas llena de libros, manías, discos, cigarros y un descorchador de vinos y cervezas. En la mochila regalona, un mini parlante USB que usamos para aclimatar la playa escuchando el último disco de la Mena y algunos conciertos del 85 de The Smiths.