Columnas

Columna: 33 – Parte I

Dicen que con el tiempo, todo mejora. El vino, ciertos licores y algunas mujeres. Es difícil que los hombres sean como el vino, mejores con la edad.

Por María Magdalena

Reconozco que me he puesto más mañosa que cuando tenía 20, estaba en la Universidad y cualquier pelagatos en el bar sonaba como una interesante propuesta de pasar la noche en un cuarto decorado solo con una guitarra y un colchón en el suelo.

Ahora, en cambio, no salgo ni a la esquina sin al menos 10 lucas en la cartera, mi gas pimienta y la redcompra para irme de copas a un bar.

Say no more con los cartones de vino cuneteados, con las botellas escondidas, con la mamadera de vodka en una botella de bebida de litro y medio, camino a una disco alternativa, donde lo rancio es más valorado que una buena botella de Eristoff en un bar con pago redcompra.

Ahora, con mis amigos vamos a bares que antes desdeñábamos por frívolos, caros y del sistema capitalista. Usamos ropa de marca y pasar la tarde en Bandera revolviendo cajones ya no suena tan interesante como cuando solo tienes que acudir a clases en la mañana, comer una ensalada al almuerzo y estar ebrio a las 8 de la noche, rogándole al chofer de la micro que te lleve a tu casa o durmiendo en el piso del bar junto a los parlantes.

Reconozco que fui tóxica, perra, lujuriosa y jugosa. Que con mis amigos tomábamos Doragua y fumábamos los cigarros más baratos Y que una vez me tomé con una amiga cinco litros de vino mezclados con jugo Ambrosoli de frambuesa.

Quien no, después de todo.

Pero hoy, en la edad en que Cristo murió, me he puesto más exigente.

Conocer a alguien implica más que una noche. Beber implica tener al menos 10 lucas para el taxi (¡oh, que burgués!) en la cartera y si te cruzas con unos punkies ebrios, caminas rápido y con la cartera bien apretada. Ojalá, la cartera escondida bajo el abrigo.

Paranoica. Paranoide. Con trabajo estable, con un horario de lunes a viernes y el sábado para lavar la ropa, secarla y ver alguna peli online, porque hasta da lata ir al cine y hacer fila y sentir el olor a palomitas y los niños gritando y esos tipos con gorrito indicándote cual es la sala.

Con jefes, departamento, cuentas que pagar a fin de mes y el sueño de unas vacaciones en alguna playa tropical en cómodas cuotas de Visa.

Con psiquiatra una vez a la semana, con peluquería una vez al mes, con liquidaciones en el mall y a la salida, un café con soya en el Starbucks que florece como mala hierba en la ciudad.

Sigo pensando en Cristo. Si el hubiera estado en nuestra época, probablemente habría estado como nosotros, pagando cuentas, levantándose temprano, subiendo al metro y pasando la Bip junto a la manada de las 8 de la mañana, tomando un café en la oficina al llegar, jugando con Candy Crush y yendo a fumar un cigarrillo en la hora de almuerzo afuera, donde solo los parias como nosotros pueden estar.

Un comentario

  • Matilda

    El extraño sabor a la cerveza ya debe ser un poco mejor, ya no vamos al bar de turno, sino que buscamos en la “cava” de cerveza del super algo mejor si acaso no encontramos algún barsito irlandés por ahi… se disfrutan más ciertas cosas y solo se debe pensar en que la vida nos ofrece algo como para seguir donde estamos. El pensar en el querer no estar acá, quizás nos haga un poco miserables, pero creo que nos hemos ganado el estar donde estamos… en camino a la cima, en camino a la felicidad, el querer ser mejor cada día y no caer en vanalidades que como antes pensábamos eran lo máximo ahora son sólo un poco de nuestro pasado rancio… pasado que se quedará ahí, como el momento cúlmine de nuestra etapa de pendex adolecentes con ventitantos a pensar en los “treintaitantos” como el comienzo de la adultez, esa etapa que anhelabas donde tienes tu sueldo para pagar tus cuentas y luego, si te queda,hacer practicamente lo que quieras… independiente que tus prioridades sean tu y tu pareja o tus hijos o tu Bip… claro… la manada y estampida de gente en el metro nos complica… pero no hay como llegar a casa a descansar a nuestra cama…

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