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Día 2 Primavera Fauna 2025: intensidad, misticismo y una noche legendaria con Massive Attack

El segundo día de Primavera Fauna 2025 comenzó temprano y caluroso, con la música nacional marcando el pulso inicial de la jornada.

Por María de la Paz Roccolano
Fotos por Sebastián Umaña

Niebla Niebla abrió el escenario con una energía brillante, de esas que se sienten honestas y cercanas, dando el primer impulso de un día que prometía diversidad y emoción. Luego fue el turno de Candelabro, que reforzó la presencia local con un sonido poderoso, que encendieron a los primeros asistentes, demostrando que la escena chilena tiene músculo y carisma.

Desde Japón, Otoboke Beaver desató un vendaval de punk frenético y precisión quirúrgica. Las cuatro integrantes —furiosas, cómicas, absolutamente libres— hicieron del escenario una trinchera de ritmo y actitud. Cada canción fue un estallido: una mezcla de caos controlado y poder femenino que dejó al público atónito.

Más tarde, Javiera Mena reafirmó su estatus de ícono pop nacional. Con una puesta en escena pulida y magnética, repasó sus grandes éxitos, con “Espada” brillando como un himno de libertad y deseo. Su presencia fue elegante y cercana, combinando la energía del baile con la emoción de una artista que ya es parte de la identidad musical chilena.

El tono cambió con la llegada de The Whitest Boy Alive. Erlend Øye, siempre carismático, junto a su banda, ofreció un show cargado de groove y frescura. Su energía contagiosa transformó el parque en una pista de baile al aire libre: bajo el sol, entre palmas, sonrisas y ese sonido orgánico que mezcla el soul con la melancolía nórdica.

Tash Sultana mantuvo ese estado de trance colectivo. Multifacética y en absoluto control del escenario, la artista australiana desplegó su virtuosismo tocando múltiples instrumentos, creando loops en vivo y, además, luciendo una polera de la selección chilena que desató la ovación del público. Su show fue una demostración de libertad creativa: un torrente de sonidos y emociones que pareció detener el tiempo.

Cuando Aurora subió al escenario, el ambiente se volvió casi espiritual. Con su voz inigualable y su presencia etérea, la noruega hipnotizó a todos. En un gesto que tocó fibras locales, recibió una polera del club Palestino, agradeció al público y ofreció una presentación llena de belleza, conexión y empatía. Cada gesto suyo parecía parte de un ritual compartido, una comunión entre artista y audiencia.

Luego vino Bloc Party, desatando una ola de nostalgia indie. Kele Okereke y los suyos entregaron guitarras filosas y una energía explosiva, reviviendo los años dorados del post-punk dosmilero. El público respondió con euforia, saltando, coreando, recordando. Fue un reencuentro con una época y una emoción.

Y entonces, cuando la noche ya estaba madura, ocurrió lo inolvidable: Massive Attack subió al escenario acompañado de Liz Fraser, la mítica voz de Cocteau Twins. Lo que siguió fue más que un concierto: una experiencia audiovisual profunda, política y conmovedora. En medio de un sonido impecable, las pantallas proyectaban mensajes y cifras sobre la guerra, la inteligencia artificial, la vigilancia digital y los genocidios en Gaza y Sudán. Una declaración contundente en tiempos inciertos. El público, entre el asombro y el silencio reverente, entendió que estaba presenciando historia.

Así cerró el día dos de Primavera Fauna 2025, una jornada que viajó del frenesí punk al trance emocional, de la nostalgia indie al manifiesto político. Dos días bastaron para recordar por qué este festival es un reflejo de nuestro tiempo: diverso, consciente y profundamente humano