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Santiago: Recuerdos de Bukowski y El Club de la Pelea

Pudo haber sido como muchos otros domingos. Esos en los que por más que uno intente no puedes dejar de pensar en el lunes. Donde uno logra asociar a este día a un comienzo de semana y de pasada a enchufarse al trabajo luego de un fin de semana mezclado de jarana con descanso.

Por Bart Porte

La cosa es que ese domingo resultaba un tanto diferente a los típicos explicados con antelación. Desperté a eso de las dos de la tarde (o puede que un poco después) debido a que la noche anterior había salido de parranda por ahí, a un lugar que la verdad no recuerdo. Hablé con un muy buen amigo por teléfono móvil, quedamos de ir a una exposición en el centro de la capital chilena. Era una exposición de fotos de Sergio Larraín en el museo de Bellas Artes. Yo a Sergio no lo había escuchado ni por si acaso, pero me gustaba la idea de ir al barrio Lastarrias para luego pasear por Bellas Artes. Además la entrada era gratuita. Esto era lo que más me motivaba a salir (no lo puedo negar).

Nos juntamos en casa de mi amigo Joaquín. Bajamos en el automóvil de la madre de este junto a la Caro, su hermana. Estacionamos en una calle aledaña al museo, comenzando a caminar por el sector sin más apuro que el de disfrutar de lo sencillo de la ciudad. Llegando afuera del museo nos percatamos que había un gran tumulto de gente reunida en torno a algo o alguien que no alcanzábamos a ver. Nos acercamos y nos dimos cuenta que era un mimo. El hombre era bastante divertido. Molestaba a cada transeúnte que pasaba a su lado, provocando grandes risas entre los espectadores. Al cabo de unos diez minutos de ver a este personaje me aburrí debido a que para mí los mimos son bastante entretenidos, sin embargo, son más de lo mismo. Cada uno es la fiel copia del otro, esto es lo que me cansa de verlos tan solo un rato. Está la broma de que el mimo se sube al auto de un desconocido, siendo repetida durante años. La que el mimo siga a una transeúnte. La que el mimo le da la mano a una mujer que va con su pololo. La que el mimo le quita la maleta a una chica que camina y luego se la deja caer al suelo.

Muchos pueden tildarme de grave pero la verdad no soy para nada así, simplemente no me llama la atención lo repetitivo o poco creativo. Me preguntaba como nadie le pegaba un golpe a dicho personaje. En fin… les dije a mis amigos que iría a dar una vuelta. Mi idea era recorrer la feria que se pone los domingos bordeando el museo de Bellas Artes, ver si encontraba algo interesante que comprar y finalmente (no por eso menos importante) poder ver las chicas que rondaban el lugar. Debo de haber caminado por alrededor de unos veinte minutos o más. Había de todo en la feria. Desde cassetes antiguos hasta poleras con diseños increíbles, pasando por ropa usada, comida, inciensos y libros. Es en los puestos de libros donde me quedaba pegado durante un tiempo no menor mirando la cantidad de autores y títulos que existen.

Recuerdo que ese día vestía una polera de Charles Bukowski, considerado por mí como uno de los mejores escritores que existen. La feria estaba llenísima al punto que costaba avanzar caminando, pero no era un inconveniente. Las mujeres andaban re bien también así que no podía estar mejor, sinceramente no podía pedir más nada. Llegué a un puesto en donde vendían calcomanías e imanes. Me puse a chequearlos. Habían varios bien buenos, pero hubo uno que despertó toda mi atención.

Uno en que salía Brad Pitt a la izquierda y a la derecha escrito en letras, decía lo siguiente:

“Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos”

Esa tarde no pude ver la exposición debido a que mis amigos entraron mientras daba vueltas por la feria y el museo estaba cerrado cuando quise entrar, pero me lleve una gran sorpresa de nada más ni nada menos que una buenísima cita de la gran película El Club de la Pelea.

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